La nueva jerga psico-sociológica relativa a las relaciones interpersonales ha posicionado el concepto de la gente o las relaciones "tóxicas". Cuestionarios, "memes", análisis, consejos, etc. abundan en el internet y son comentados en reuniones sociales y conversaciones de todo tipo para identificar, protegerse y deshacerse de este tipo de personas o relaciones que, a todas luces, amenazan la estabilidad mental y emocional de las personas en todo el planeta. Pero no, no es de ese tipo de "tóxicos" que vengo a hablarles hoy, sino del concepto, también muy escuchado en el boca en boca relativo a la salud, de "las toxinas". Jugos, dietas, suplementos, lavados, ejercicios y demás soluciones "desintoxicantes" son promovidos a todo nivel y a todas horas. Recuerdo haber sentido una tremenda curiosidad sobre la posibilidad de acumular toxinas en nuestro cuerpo cuando, siendo adolescente, veía en la televisión la publicidad de un producto que prometía liberarnos de hasta 3 kilos de heces acumuladas en el colon con un frasco de pastillas milagrosas. Ventajosamente tenía como profesora de biología a una estupenda médica que respondió a mi inquietud con una frase que jamás se me ha olvidado: Quien asegura semejante cosa y publicita el producto, jamás ha estado al interior de un quirófano, no ha visto abrir un intestino que, por la emergencia del caso no ha podido ser previamente preparado con un enema y, por tanto, no sabe que no hay heces adheridas por años en sus elásticas paredes. Su explicación me quitó un peso de encima porque me aterraba la idea de andar acarreando semejante carga en mi colon con la consecuente "oleada permanente" de toxinas a mi sangre enfermándome de manera inconsciente. Y, ojo, no es que minimice el hecho de que una buena salud implica también una evacuación intestinal regular y que es importante combatir el estreñimiento cuando este ocurre. Pero bueno, ese es sólo un ejemplo de publicidad falsa en salud de los millones de mensajes con que nos bombardean a diario, muchas veces con las mejores intenciones. Veamos entonces qué son las toxinas y si podemos andar por la vida acumulándolas y sufriéndolas sin que nos enfermen agudamente.
Las toxinas, se definen como sustancias creadas por plantas y animales que resultan venenosas o perjudiciales para los seres humanos. También podría incluirse medicamentos, electrolitos (sodio, potasio, cloro, magnesio, calcio, hierro) o incluso nutrientes que son beneficiosos o necesarios en ciertas concentraciones, pero cuando se llegan a acumular en cantidades mayores, alcanzan niveles tóxicos dañinos para el funcionamiento orgánico.
La mayoría de las toxinas que causan problemas a los humanos provienen de microorganismos como bacterias u hongos. Por ejemplo, los síntomas del cólera son causados por una toxina segregada por la bacteria del mismo nombre. Otras toxinas que pueden causar problemas incluyen metales (plomo, mercurio, cromo, aluminio) y ciertos químicos orgánicos en el medio ambiente. Así mismo los almacenes de muchos cereales deben ser cuidados para evitar la proliferación de ciertos hongos, cuyas toxinas podrían amenazar la salud de los consumidores.
La mayoría de las toxinas de las que hemos hablado, no requieren acumularse para causarnos una enfermedad. Estas sustancias dañinas, nos enferman de manera aguda tan pronto nos exponemos a ellas, nos producen intoxicaciones alimentarias, por ejemplo, o envenenamiento cuando se trata de medicamentos o metales pesados consumidos en dosis por encima de lo que nuestro sistema puede manejar. Quizás los metales pesados cumplan con ese criterio de acumulación crónica en pequeñas dosis a causa del consumo de ciertos alimentos procesados, agua contaminada desde la fuente, utensilios de cocina inadecuados, alto consumo de ciertos peces, exposición ocupacional a los mismos, etc, que al llegar a concentraciones altas, impregnan los tejidos del cuerpo y ocasionan enfermedad. Pero hay que tener algo claro, cuando este tipo de elemento tóxico se acumula en el organismo y nos enferma, no hay dieta o jugo "detox" que pueda ayudar.
Nuestro maravilloso cuerpo humano está creado de manera magistral y tiene varios mecanismos internos para depurarnos de "toxinas" de manera permanente. Los órganos principales encargados de esta limpieza son el hígado, para las sustancias solubles en grasa, y los riñones, para las sustancias solubles en agua. A través del buen funcionamiento de ambos órganos mantenemos el equilibrio interno, lo que conocemos con el término de "homeostasis". Si alguno de los dos órganos falla en su función depuradora, probablemente tendremos sustancias normales en nuestro cuerpo que pueden acumularse en niveles que ya no sean normales y, entonces, se convierten en tóxicas. Una disfunción renal o hepática aguda o crónica no podrá ser revertida ni mejorada con medidas "desintoxicantes". Si el riñón ya no está depurando nuestra sangre, requeriremos diálisis o trasplante renal, lo mismo que si falla el hígado de manera irreversible, deberemos ser sujetos de una donación de órgano para su reemplazo.
Entonces, ¿por qué hay tanta gente ponderando los maravillosos resultados de los jugos o las dietas "detox"? Simple, porque suelen ser batidos de frutas y vegetales frescos o planes alimenticios cargados de vitamina C y otros antioxidantes que ayudan al cuerpo a neutralizar los residuos propios de la "combustión" de la maquinaria celular. Digamos que todos esos antioxidantes son una forma de dotar al organismo de suficientes elementos que contrarresten la "contaminación ambiental" interna que se produce por el propio funcionamiento de las células de nuestro cuerpo. Eso somos, seres formados por billones de pequeñas fábricas que producen maravillas para nuestra vida y salud, pero también generan desechos. Los antioxidantes, entonces, nos ayudan a esa limpieza, pero no hacen ningún trabajo solos y no "desintoxican" de ninguna toxina. Adicionalmente, estas soluciones "detox" ya sea en forma de bebidas, dietas o recomendaciones de cambio de hábitos suelen proveer a los consumidores de suficiente agua, fibra propia de frutas y vegetales, ciertos minerales importantes y, cuando incluyen nueces, semillas, coco o aguacate, de grasas saludables que ayudan a mantener nuestros tejidos en forma desde el cabello hasta las uñas de los pies.
Así que si estás contento con tu jugo verde, te sientes hidratado, liviano, lleno por más tiempo, con energía, no dejes de consumirlo, ¡no! No se trata de eliminar esas comidas, bebidas o hábitos que vienen bien y sí son saludables. Pero que lo hagas porque aprecias la carga nutricional que te aporta y lo delicioso que sabe, no porque te hayan vendido beneficios etéreos e inexistentes, envueltos en palabras sin sentido que no tienen ningún asidero real en la medicina verdadera. Adelante con tu licuado saludable y te deseo lo mejor que se puede desear hoy más que nunca: ¡Salud!
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